Os dejo con esta historia que no es un sueño,mas quizás, un triste e incomprensible vodevil
-Racionalmente debería atender a los adustos comentarios e intrínsecos hechos que en la mayoría de la gran parte de la poblaciónse dan: el popular populacho pululantemente polonguea con pololos y pololas, aunque ninguno de ellos lo quiera confesar.-Así comenzó a hablar el misterioso conejo rosa.
Robin miró al extraño conejo que ante él tenía. Su desmesurado sombrero de copa se balanceaba de un lado a otro sin -misteriosamente- caerse. Su chaleco era negro como el carbón y llevaba atada al cuello una pajarita que intentaba escaparse y que no paraba de piar. Los ojos del conejo eran completamente negros, como el tizón, como el alquitrán, como la pez, y estaban perdidos, no miraban a ningún sitio en particular.
- Pero atendiendo racionalmente a los intrínsecos comentarios y adustos hechos,-continuó diciendo el conejo rosa mientras que la pajarita intentaba echar el vuelo- la respuesta real ante el crímen organizado no es más que la saporización de un gran caldo de erizos y tomate, con un chorrito de churretoso y chorreante, chorizo de oliva. Quizás estas palabras a nada le sepan a usted señor Mister Crochman, pero he de decirle, si me permite la temeridad, que... es usted un gran emblema para este charco, y no sólo para el charco en sí, sino para cualquier ave de rapiña que en el gran cañón del coñorado quiera cazar con la libertad de un conejo verde.-
Así continuó el conejo rosa. Durante toda la velada siguió diciendo las más grandes incongruencias escuchadas jamás por un hombre, pero aún así me gustaba escucharlo. Poco a poco me perdía en sus palabras, y no atendía a lo que decía, ya no sabía si el conejo estaba de acuerdo con la aceptación de orejas como moneda única o no, o si le gustaba más o menos el sabor de la tierra lunar. Ya no sabía si hablaba un conejo rosa o un hombre alto de ojos azules y pelo cano, o si era una mujer peripuesta de cremajes, maquillaje y horrible peinado, que con odiosos ornamentos se asemejaba a una oscura y triste mujer que anhela la juventud, o si, era yo el conejo rosa o si... o si sólo quería dormir.
La pajarita al fin consiguió liberarse de su atadura y comenzó a volar por un oscuro cielo, perdiéndose en la noche.
De Juan Fran